Hoy en día, la atención del consumidor es un bien escaso y las marcas lo saben. Pero ¿hasta dónde están dispuestas a llegar para conseguirla? En un mundo donde el escándalo se viraliza en cuestión de segundos, cada vez más empresas están apostando por la polémica como estrategia de marketing. Este fenómeno, conocido como «marketing del odio«, ha demostrado ser una herramienta poderosa para ganar visibilidad, pero también puede convertirse en un tiro por la culata. Entonces, ¿es realmente más efectivo que la publicidad tradicional?. En el «marketing del odio»: ¿Las polémicas venden más?
El marketing del odio se basa en generar conversación a través de temas sensibles o estrategias provocadoras. Ejemplos hay muchos: desde marcas de ropa que lanzan diseños «polémicos» hasta cadenas de comida rápida que publican tweets sarcásticos y confrontativos. En un mundo hiperconectado, donde los «likes» y los «shares» son la nueva moneda de cambio, parece que la frase «que hablen bien o mal, pero que hablen» nunca había tenido tanto sentido.
El marketing del odio: ¿Las polémicas venden más? Caso Balenciaga
Un caso emblemático es Balenciaga, una marca que ha generado diversas controversias con sus campañas publicitarias. En algunos casos, el escándalo ha disparado las ventas, mientras que en otros ha provocado indignación y llamados al boicot. Otro ejemplo es la estrategia de Nike, que utilizó a Colin Kaepernick en una de sus campañas, dividiendo opiniones pero consolidando su lealtad con un público más joven y comprometido con el activismo social.
Pero ¿realmente conviene apostar por la polémica? A diferencia del marketing del odio, la publicidad tradicional busca conectar con el consumidor desde valores positivos, empatía y storytelling. Aunque pueda parecer menos «impactante», esta estrategia construye una relación más sólida con los consumidores. Marcas como Coca-Cola o Apple han demostrado que apostar por mensajes inspiradores y de unión sigue siendo efectivo y sostenible en el tiempo.
Sin embargo, lo que las empresas deben preguntarse es: ¿vale la pena arriesgar la reputación de una marca por un momento de fama viral? Si bien la polémica puede atraer atención inmediata, la lealtad del consumidor y la confianza en la marca son mucho más difíciles de reconstruir una vez que se ven afectadas. En un mundo donde la cancelación está a la orden del día, el marketing del odio puede ser un arma de doble filo. La clave está en encontrar un equilibrio: generar conversación sin cruzar la línea de lo ético o lo perjudicial para la marca a largo plazo.
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Entonces, la pregunta sigue en el aire: ¿es la publicidad tradicional aburrida o simplemente más inteligente?